lunes, 7 de mayo de 2012

La resistencia hospitalaria: Interrupciones en el consultorio



            Empecé mi primer tratamiento psicológico en el hospital Vélez Sarsfield a cargo de una amorosa licenciada que me brindo un espacio en su sobrecargada agenda hospitalaria. Recuerdo que cuando llegaba al servicio de Psicopatología la sala de espera solía estar repleta de gente, difícil era reconocer un patrón estable, a veces prevalecían las señoras de mediana edad, otras veces los jóvenes, y cuando daba la sensación de solo concurrir gente con bajos recursos económicos, uno se encontraba con personas que aparentaban ser de clase media.   
          El consultorio en el que trabajábamos era pequeño, desordenado por carpetas y papeles ilegibles para extraños, aunque cálido por su mirada contenedora que hacía las veces de Madre imaginaria para facilitar el discurrir de mi discurso, por lo general desordenado. Solía enredarme en mis propias palabras, escuchar mi voz interior y dejarla ir por miedo a encontrarme un rato con la verdad que duele y más duele cuando se calla. El silencio de ella invitaba a verme hacia adentro. Dejar de falsear la realidad. Enfrentar los fantasmas.
           Sin embargo, las interrupciones se sucedían una tras otra tras otra, casualmente cuando estaba por decir algo relevante una psicóloga entraba para buscar una historia clínica, alguien que pasaba un informe sobre un paciente internado, un profesional buscando a otro en el lugar equivocado, gente de blanco corriendo sin mirar a los costados bloqueaban lo que estaba por salir de mis entrañas.
            Tomando el concepto de resistencia creado por Freud, en donde el paciente/analizante se defiende de aquellos recuerdos reprimidos en su inconsciente, podemos pensar también en la resistencia hospitalaria que evita, con sus desbordes burocráticos, el sano desarrollo del trabajo terapéutico en el consultorio con un clima acorde al servicio que se brinda.   
          Cuando se me propuso realizar una segunda nota pensé qué cuestión podría abordar para problematisar el trabajo del psicólogo. Muchas veces las buenas intenciones y la idoneidad del profesional se ven teñidas por la desorganización hospitalaria disfrazada de laboriosidad colectiva. No nos engañemos con la demanda desbordante que sufren los consultorios, el respeto y la idoneidad profesional son primordiales e imprescindibles a la hora de ofrecer un trabajo serio en un departamento de Psicopatología o en el consultorio privado.   

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